Llamado cristiano a la formación en Cristo
El llamado que cada persona recibe en el bautismo de ser moldeado a la imagen del Señor en cooperación con la gracia de Dios ocurre durante nuestras vidas, a través de nuestro trabajo diario y oración. La idea de ser moldeados nos recuerda la enseñanza del profeta Isaías [Isaías 64:7] quien compara a nuestro Dios amoroso con un gran alfarero quién con Su amor y gracia, ayuda que nuestras vidas sean moldeadas en conformidad con su amor. Por lo tanto cada cristiano debe de estar abierto a la formación que nos viene de la mano de Dios.
La formación es especialmente importante para aquellos quienes son llamados por el Señor a servir como Sus diáconos. En este caso, el propósito de la formación diaconal es el de ayudar a cada aspirante a llegar a conocer, amar y servir al Señor con todo su corazón, alma y mente, mediante un servicio y compromiso amoroso a favor de sus hermanos y hermanas. Tal formación incluye la dimensión intelectual, espiritual, parroquial, matrimonial y personal de la vida de un hombre, y la cual es indispensable para todos aquellos que desean responder a la vocación del diaconado.
Es importante recordar que tal formación es más que educación. La educación es la búsqueda de conocimiento académico en un campo profesional particular. La formación diaconal es un proceso de toda la vida en el cual la persona es moldeada en la imagen de Jesús Servidor. Envuelve no solo formación académica, pero una vida de oración, valores, testimonio diario, entendimiento propio y vida ministerial.
La Naturaleza de la Vocación Divina
Cada diácono deber de ser llamado por Dios para servir como Su diácono. Esta “llamada” divina de servir en el ministerio diaconal es lo que se llama vocación. Los obispos de los Estados Unidos describen el misterio de la vocación en los siguientes términos:
‘La historia. . .de cada vocación cristiana, es la historia de un diálogo inexpresable entre Dios y los seres humanos, entre el amor de Dios que llama y la libertad de los individuos que le responden amorosamente a el’. Este llamado de Dios está marcado primero por la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana. Del cuerpo de sus creyentes Cristo llama a algunos de sus discípulos y la iglesia, discerniendo el carisma de su vocación, le pide al obispo que los ordene al servicio de toda la iglesia. (DNDP, art. 165).
Dios llama a aquellos a quienes el escoge para cada uno de los ministerios de las Ordenes Sagradas. Le corresponde a cada hombre que es llamado por Dios el reconocer y responder generosamente a la invitación del Señor.
Las señales que se manifiestan en la vida de cada hombre que ha sido llamado al diaconado varían. A nivel personal, él debe ser un hombre con una inclinación natural al servicio de todos aquellos en necesidad, poseer buena salud sicológica, demostrar una capacidad de diálogo, una apertura y deseo de compartir su fe, la habilidad de escuchar, dialogar y respectar a las personas de todas las razas, religión, grupo étnico y cultura, un sentido de responsabilidad madura, balance y prudencia de juicio y generosidad de espíritu.
En lo que a su vida espiritual se refiere, debe poseer una fe probada, tener buena reputación cristiana, estar ministerialmente activo, integridad personal, madurez y santidad. Debe ser un hombre que participa regularmente en la vida sacramental de la iglesia y tener un compromiso de servir a los pobres y los necesitados. Si es casado, debe disfrutar de un matrimonio estable y positivo. Si es soltero, debe de demostrar un maduro estado de vida célibe. En cada caso, deber de ser un hombre capaz de obedecer y sostener una comunión fraternal que cultive relaciones de amistad positivas tanto en la comunidad de fe como en un contexto más amplio, su vecindario y lugar de trabajo.
El Discernimiento de la Vocación Divina al Diaconado
La vocación al diaconado se identifica y discierne a través de la oración, el estudio, la apertura al diálogo con la esposa, sus hijos, su párroco, amigos, y miembros de su parroquia. Una vocación al diaconado conlleva en sí una toma de conciencia de parte del hombre de que Dios le está llamando a un compromiso de por vida y de servicio en favor de pueblo de Dios como diácono ordenado en la iglesia.
Si el hombre percibe tal llamada divina, es necesario que este ingrese en un proceso de formación por un número determinado de años, a fin de que pueda discernir si la llamada es auténtica o no. La formación en este sentido es una jornada de -descubrirse a sí mismo-, profundizando en su fe y continuo aprendizaje, que le permitirá a cada hombre a decidir si la llamada que el siente es auténtica y si desea seguir la misma.
El discernimiento necesario para identificar y verificar la vocación al diaconado en la vida de cada aspirante ocurre a diferentes niveles. Entre los más importantes tenemos las siguientes áreas:
Discernimiento Personal: El individuo inicialmente reflexiona acerca de la naturaleza de la llamada que percibe a través de la oración, el estudio, la guía espiritual y la reflexión. Clave en esta área es la relación abierta y honesta que se establezca entre en aspirante y el director espiritual.
Discernimiento Familiar: Cada aspirante debe honestamente y abiertamente discutir la vocación que percibe con su esposa y familia inmediata. Como su compañera en alianza del matrimonio, el apoyo y la motivación de la esposa del aspirante es esencial si se quiere que el proceso de discernimiento tenga éxito. Por la tanto, es esencial que el apoyo y el consentimiento incluso es esta etapa tempranera, surja de un entendimiento claro por parte de la esposa y el aspirante. Como la esposa del aspirante tiene un papel único e indispensable en el discernimiento de la vocación de su esposo al diaconado, es esencial que ella esté dispuesta a participar en todos los aspectos de la formación de programa que requieran de su asistencia. Esto es particularmente cierto para las sesiones semanales de formación del aspirantado que se llevan a cabo en el Seminario de la Inmaculada Concepción en Douglaston. Las sesiones a las cuales las esposas están invitadas asistir se encuentran claramente marcadas en el calendario que se distribuye al principio de cada semestre.
Discernimiento Comunitario: Como el discernimiento de cualquier vocación divina al diaconado nunca es privado, es esencial que la Iglesia acompañe a cualquier aspirante en potencia en su jornada de fe. Como la parroquia es la experiencia primaria de iglesia para la mayoría de los interesados, es esencial que por el servicio ministerial y a través de la dirección del párroco, la comunidad de fe ore por y ayude a formar cada aspirante mediante una mutualidad de amor y servicio. Más aún, la Iglesia diocesana también está envuelta en el proceso de discernimiento del aspirante, a través del trabajo que la Oficina del Diaconado realiza en nombre del obispo.
Naturaleza especial de la formación diaconal:
La formación diaconal busca ser integral por naturaleza. Esto significa que todos los elementos del programa buscan asistir a cada participante a madurar en todos los aspectos de su vida. Especialmente, la formación busca el crecimiento en cuatro áreas específicas:
Dimensión humana: Cada hombre que busca responder el llamado de Dios al diaconado tiene que esforzarse por alcanzar una madurez psicológica, emocional y de relaciones. La clave de este crecimiento es el de verdaderamente llegar a conocerse a sí mismo, sus debilidades y fortalezas. Demanda un sentido de verdadera humildad y deseo de ser honesto y apertura al cambio.
Dimensión espiritual: Cada hombre debe buscar crecimiento en su relación espiritual con el Señor Jesús. Este crecimiento se manifiesta en su oración personal y comunal, su relación con sus amigos y parroquianos, en la participación de ejercicios espirituales como retiros, días y noches de oración, reflexión diaria, uso frecuente del sacramento de la reconciliación y participar en la eucaristía diaria y dominical. A cada aspirante le será asignado un director espiritual al comienzo de la formación del aspirantado para asistirlo con su crecimiento espiritual.
Dimensión intelectual: El crecimiento en el conocimiento y amor hacia la fe católica, las Sagradas Escrituras, la tradición de la Iglesia, la enseñanza del magisterio, nuestra herencia y cultura católica es esencial en la formación diaconal.
Dimensión pastoral: Como el ministerio diaconal es de servicio, la vibrante y continua participación en el ministerio pastoral en la parroquia es un elemento clave en la formación diaconal. Este ministerio será supervisado con la asistencia del párroco y un mentor el cual es nombrado por el párroco. La clave del ministerio pastoral es la disposición de colaborar y ser obediente a la autoridad.
Etapas de la formación diaconal:
Hay cuatro etapas distintivas pero relacionadas entre sí en el crecimiento y desarrollo que comprenden la formación diaconal. Estas etapas se pueden resumir de la siguiente manera:
Formación durante la indagación: él es período en el que la persona que cree haber llamado al diaconado, presenta la aplicación para entrar al programa de formación. En esta etapa de su vida, al que está indagando y a su esposa se les pide que reflexionen en su relación con Cristo, su participación en la vida parroquial y el estado de su matrimonio. Se les pide que asistan a una sesión de indagación y un día de retiro en las cuales recibirán un paquete con toda la información sobre los requisitos para la admisión al programa de formación al aspirantado.
Formación al Aspirantado: es un período de 9 meses en el cual un hombre discierne si Dios lo está llamando al diaconado. Durante este período el tiene que tomar la decisión de seguir el llamado.
Formación en la Candidatura: es un período intenso de entrenamiento ministerial, litúrgico, y teológico en preparación para la ordenación al diaconado. Este proceso dura aproximadamente cuatro años.
Formación diaconal continua: esta se extiende de alguna forma durante el resto de la vida ministerial activa del un diácono. A través de retiros, días y noches de oración y cursos académicos, a cada diácono se le pide que continué alimentando su vida espiritual y ministerial en comunidad con los demás diáconos y sus esposas.